La firmeza viene de la mano de la percepción de Unidad. En cuanto logramos vernos como el uno que somos, cuando vemos al otro no como otro sino como una parte nuestra más, y la tratamos de la misma manera que a nosotros mismos, cuando antes de agredirlo vemos nuestro reflejo en él y nos damos cuenta que es a nosotros mismos a quien agredimos.
Cuando logramos definirnos, saber qué queremos, quienes somos y para qué hemos elegido encarnarnos, entonces podemos delinear básicamente el propósito Universal, aquel que buscamos paso tras paso, cuando aún no vemos claramente lo que estamos creando.
Si sabemos qué y cómo queremos que sean las cosas, de qué lado pararnos, podemos delimitar nuestro Espacio, protegernos.
Y eso no es precisamente dejar de percibir la unidad, sino por el contrario, adentrarnos en ella.
Ver qué nos muestra el otro para cambiar, y qué quiero yo de mí, ante qué puedo decir NO cuando el otro manifiesta algo que para mí es primitivo, erróneo, que está fuera de la Ley Universal que empezamos a vivir.
La firmeza debe nacer adentro y expandirse hacia todo lo que somos: el Universo. Y ese Universo lo es todo, es cada ser humano, cada ser vivo, todo vive, y somos todo eso.
Sin firmeza no podemos crear en equilibrio, porque nuestra realidad en su naturaleza tenderá al equilibrio y nosotros quedaremos patas arriba si no llegamos a establecernos desde nuestro Ser, y no desde el Ego, esa parte que nos condena a la inseguridad.
Para lograr esa firmeza es importante comprometernos con ella.
Aquí estoy. Soy el Universo, el Universo vive en mí.
Aquí estamos. Somos el Universo, el Universo vive en nosotros.
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