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"La séptima Profecía Maya nos recuerda que sólo nuestra transformación interna, nos conducirá a nuevos sentidos, a una nueva realidad de paz y armonía. Dice la séptima Profecía Maya que se formará un gobierno mundial, con los seres más sabios del planeta..."
El siguiente es un artículo cuya opinión comparto ampliamente.
Los derechos de uno terminan donde comienzan los del otro: sin violencia, sin egoísmo.
Es absurdo hablar de plenitud, unidad, consciencia, cuando ni siquiera están las bases primordiales.
Somos uno, pero no regresaremos a esa nuestra esencia sin antes haber aprendido en este mundo lo que corresponde. Con egoísmo, como pretendemos ver a Dios en nuestros hermanos? Cómo pretendemos aceptarnos perfectos?
Hay que emanar luz desde el corazón, así como antes comprender y hacernos responsables de las maneras en que la mente nos gana batallas.
Ver nuestros rincones oscuros... es el primer paso.
Entre Exceso de Egoísmo y la Necesidad de Respeto
Un buen día, Benito Juárez, político mexicano, disparó un pensamiento que se hizo famoso: «el respeto al derecho ajeno: es la paz», y desde entonces muchos, a temprana edad, deben memorizarlo como el “Padrenuestro”.
Muy obvia. Muy profunda esta afirmación. Pensemos un momento: ¿qué pasaría si se aplicara a rajatabla? Está claro que muchas cosas cambiarían notablemente: desde las relaciones entre personas hasta las de un país con otro. Cierto individuo parafraseaba sabiamente al mentado político así: «el respeto al derecho ajeno es la conservación de la dentadura... ». Así, con humor y sabiduría, expresaba lo que cualquier persona de la calle puede afirmar: si no hay respeto toda relación acaba en pleito.
Ahora bien, la pregunta del millón es la siguiente: ¿en qué consiste el respeto? Parece que esto se da por supuesto, y desafortunadamente dar por supuestas muchas cosas hace que el desarrollo armónico del planeta vuelque en confusiones y hasta en abusos. No se puede dar por supuesto que todos saben qué es el respeto ni cómo se debe practicar.
El respeto no es otra cosa que el límite de la propia libertad, porque la libertad termina donde comienza la del otro. Cuando se pasa el límite es cuando se patina en terreno ajeno. El caso típico de las guerras es un ejemplo de la falta de respeto: a uno se le antoja el territorio del país vecino, y como éste no cede, el otro termina por invadirlo. Aquello nunca acaba bien...pero, ¿por qué hay que meternos en donde no nos llaman?
Alguno podría confundir lo dicho hasta ahora con la mentalidad relativista e indiferente de nuestros días. Sinceramente, no hay por qué hacerlo. El relativismo es la mayor falta de respeto y al mismo tiempo la más sutil; porque dar por absolutos los propios criterios no es otra cosa que hacer lo que te da la gana, y así, como las avalanchas, te llevas todo por delante, esté quien esté.
Más concretamente está el respeto entre personas. ¿Por qué en las escuelas nunca faltan los castigados en el despacho del director? Porque Juanito tomó el bolígrafo de Pepito y no se lo quiso devolver... ¿Por qué son frecuentes los casos de familiares que pasan años sin dirigirse la palabra? Por varias razones, la más típica suele ser por conflictos de herencia... ¿Por qué los robos? ¿Por qué los homicidios?... En el fondo es pura falta de respeto, la violación de esa libertad que, sin duda limita con la de nuestro prójimo y cuya raíz es la carencia de generosidad, o lo que es igual: exceso de egoísmo.
Resulta formidable, por ejemplo, lo que cierto escritor dice sobre la raíz de la actual crisis económica: no es la falta de dinero, sino que hay egoísmo a carretadas; porque dinero, eso sí, no falta, más bien falta generosidad para distribuirlo equitativamente.
Podemos decir que el diagnóstico es el mismo para cualquier otra beligerancia entre personas. La solución no puede ser otra que un poquito de sacrificio. Sacrificio y esfuerzo para levantar la mirada enfocada - con perdón - en nuestro ombligo. De este modo nos abriremos a un horizonte amplísimo: el de aquellas personas que nos necesitan.
Cuando Juan Pablo II hablaba de la civilización del amor, seguro hablaba de esto. Sólo cuando nos apoyemos unos a otros, evitando que se desparrame el egoísmo, podremos estar seguros de estar construyendo esa civilización del amor. El amor produce paz y la paz, amor. El respeto está en ejercitar la propia libertad, de manera que dejemos que otros la ejerzan de igual modo. Así, no excedemos los límites y vivimos en paz.
Efectivamente, con respeto no sólo se conserva la dentadura, sino que se construye un mundo mejor: la civilización que todos queremos.
Luis Ignacio Batista
GAMA Análisis y Actualidad
Fuente: http://www.camineo.info/news/160/ARTICLE/3111/2009-09-09.html
Que buen articulo Lau...!!!
ResponderEliminarEstaría re bueno muchos lo leyeran...
Adelante amiguita... es buena la eleccion de tu ruta!!!
Besitos
Catalina